jueves, 8 de noviembre de 2012

Prueba

Los procesos de urbanización e industrialización en la España de la restauración:

El modelo de la Revolución industrial, con sus transformaciones económicas y sociales,  no arraigó en España.
La desamortización de la tierra no supuso la creación de una agricultura moderna (los nuevos propietarios agrarios no realizaron las inversiones de capital y las transformaciones técnicas necesarias). Tampoco creo un campesinado propietario de una extensión de tierra suficiente. España, durante el siglo XIX, siguió siendo un país predominantemente agrario en el que predominaron los jornaleros sin tierra y los arrendatarios pobres.
En la industria tampoco la modernización alcanzó resultados relevantes. La industria catalana vivió siempre atenazada por los problemas de un mercado exiguo y de poca capacidad adquisitiva. La creación de la siderometalurgia vasca (década de los ochenta del siglo XIX) tampoco se consolidó hasta el siglo XX.
La evolución de la economía resultó la propia de una revolución industrial tardía, incompleta y fracasada, a pesar de haber iniciado tempranamente su proceso de industrialización.
*.- España tuvo una pequeña, tímida y tardía industrialización ocasionada por los defectos estructurales de la propia economía española.
*.- España a comienzos del siglo XX seguía siendo un país eminentemente agrícola (el 70% de las familias españolas vivían del sector primario). La tierra estaba mal repartida (el 94% de los propietarios poseían sólo el 46% de la tierra), casi la mitad del territorio agrícola español tenía fincas de extensión no rentable y sólo un 25% más eran mesofundios. El resto latifundios con fincas de más de 250 hectáreas.
*.- Faltó dinero, planificación y coordinación. En sentido estricto, hasta 1923 no hubo política económica.
*.- El Estado intervino para establecer un proteccionismo que evitase excesivas importaciones argumentando que la desaparición de aranceles hubiese abortado la incipiente industrialización. El apoyo al capitalismo industrial español hizo que éste, sin temor a una competencia exterior, no desarrollase iniciativas renovadoras y nunca alcanzó competitividad .
La prosperidad económica afectó al sector financiero, que experimentó un fuerte crecimiento.
En el País Vasco surgió una poderosa banca ligada a la industria del hierro, que canalizó inversiones hacia el equipamiento industrial.
La repatriación de capitales procedentes de Cuba ayudó al desarrollo industrial.
La disminución de la Deuda Pública dejó de absorber la renta del país.

Principales causas del retraso económico:
*.- Las condiciones geográficas de la Península no facilitaron las comunicaciones, encareciendo y dificultando los transportes y frenando la formación de un mercado nacional articulado. Ni siquiera el desarrollo ferroviario contribuyó demasiado a cambiar esta situación, sólo la red portuaria garantizó una buena comunicación con los mercados exteriores.
*.- La escasez de materias primas y de fuentes de energía y su dispersión geográfica hicieron costosa la producción industrial. El desarrollo industrial necesitó de la importación de hierro y exigió la extracción de minerales de vetas profundas y de baja concentración (especialmente en el caso del carbón). Además no coincidían geográficamente los yacimientos minerales con las fuentes de energía y los puertos marítimos.
*.- Un lento crecimiento demográfico ocasionó falta de mano de obra industrial, la carencia de excedentes agrícolas y un mercado interior capaz de absorber la producción industrial. Además el crecimiento de la población fue muy desigual y el excedente de la población se canalizó hacia la emigración exterior, especialmente hacia América.
*.- La pérdida de las colonias americanas significó la ausencia de mercados y fuentes de materias primas que hubieran sido fundamentales para generar un despegue industrial. La industria algodonera catalana sufrió una gran crisis después de la independencia de las colonias americanas.
*.- La falta de capitales impidió la inversión necesaria para el cambio de las técnicas productivas de la industria española. En España no se produjo una acumulación de capitales ni tampoco existió una mentalidad inversora comparable a la de otras potencias europeas. El capital obtenido por los beneficios agrícolas, en vez de ser invertido en la industria, se orientó hacia la compra de Deuda pública y hacia la adquisición de las tierras desamortizadas.
*.- La burguesía española, fundamentalmente rentista y terrateniente, orientó sus capitales hacia los procesos especulativos. Solo en el Norte y en Cataluña hubo un sector de la burguesía que, con una visión emprendedora, orientó sus capitales a la producción textil y siderúrgica.
*.- La industria española tuvo una dependencia de las inversiones y de los capitales extranjeros, los inversores extranjeros repatriaron sus beneficios impidiendo su reinversión y la acumulación de capitales en España.
*.- El continuo endeudamiento de la Hacienda pública, con su continua emisión de Títulos de Deuda con intereses cada vez más altos, acaparó para el Estado los pocos capitales existentes e impidió que fueran invertidos de manera productiva.
*.- La política proteccionista del Estado favoreció los intereses agrarios e impidió un desarrollo competitivo de la industria. Al proteger la producción española mediante aranceles se potenció el inmovilismo y no se favorecieron los necesarios cambios tecnológicos. Los gobiernos moderados siempre fueron favorables a los intereses agrarios. La vieja y nueva nobleza terrateniente constituyó un fuerte grupo de presión sin posible contrapeso.


durante la Restauración:
Se asentó el capitalismo industrial español.
La siderurgia y la minería experimentaron una importante expansión, debida tanto a las inversiones extranjeras como a la acción de los inversores nacionales. El crecimiento fue especialmente importante en el País Vasco, donde surgieron los grandes grupos siderúrgicos ligados a la banca vizcaína.
En Asturias y Santander se desarrolló una industria relacionada con las minas del hierro y carbón, Los Altos Hornos se alimentaron principalmente de la hulla inglesa, de mejor calidad y mucho más barata a pesar incluso del sobreprecio de los fletes.
También creció la industria catalana: a la industria algodonera se modernizó, a ésta se sumaron otros sectores como el lanar o el papelero.
La duplicación del tendido ferroviario y el aumento espectacular del número de viajeros y del volumen de mercancías transportadas. Se mejoró también la red de carreteras, se extendió el servicio de correos, se difundió el telégrafo y la energía eléctrica comenzó su difusión (en 1882 ya había iluminación de este tipo en Barcelona y en Madrid).
Fueron años de relativa prosperidad económica.
*.- La estabilidad política ofrecía garantías a los inversores y facilitaba una recuperación de los sectores más afectados por el clima de agitación política y social del Sexenio.
*.- Las políticas de librecambio que se impusieron en toda Europa permitieron un crecimiento sostenido de la industria en el Norte y en Cataluña.
*.- Un cierto equilibrio fiscal y presupuestario facilitó que parte de las inversiones se canalizaran hacia la industria y la banca.
Hacia final del siglo XIX se produjo en España una profunda crisis agraria. La oligarquía agraria y de la burguesía industrial ocuparon en exclusiva lo que quedaba del mercado colonial (especialmente Cuba) y el mercado interior español.
La implantación de aranceles (impuestos aduaneros) fuertemente proteccionistas produjo el inicio de un desarrollo económico:
*.- Formación de un sector bancario bastante importante en manos de financieros españoles.
*.- Crecimiento de la industria siderometalúrgica.
*.- Creación de les primeras plantas de producción de energía eléctrica.
Al lado de estos factores (“modernos”) perduraron aún en la economía española otros que indicaban niveles de desarrollo muy deficiente:
*.- Un lento crecimiento de la población debido a las altas tasas de mortalidad.
*.- Una población activa predominantemente agraria.
*.- Una estructura industrial «arcaica» en le que el valor de la producción neta textil era seis veces superior a la de la siderometalúrgica. (En los países más industrializados el valor de le producción siderúrgica superaba al de la textil.)

Al terminar el siglo los principales problemas del sistema económico español seguían vigentes:
*.- Agricultura atrasada y dominante.
*.- Mercado interior con escasa capacidad de compra.
*.- Mecanismos de competencia arcaicos.
*.- Inversiones que buscaban el beneficio a corto plazo y, salvo en el País Vasco, ajenas al equipamiento industrial.
*.- Carencia de mercados exteriores exclusivos que impedía una expansión sostenida al margen de la competencia continental.
  



Características generales de la economía española.
*.- Fuerte déficit de su balanza comercial.
*.- Incremento demográfico y aceleración del proceso de concentración de la población en las ciudades.
*.- Relativo crecimiento económico acentuado por una favorable coyuntura internacional.
*.- Mejora de los transportes por el considerable incremento del tendido ferroviario y la construcción de nuevas carreteras.
*.- Concentración de la industria en determinadas  zonas (metalúrgicas en la fachada cantábrica y textiles en Cataluña).
*.- La minería, hasta ahora basada en la extracción artesanal, pasó a ser una gran industria impulsada por la masiva llegada de capitales extranjeros.
*.- Relativa consolidación de la burguesía en una incipiente economía capitalista.
*.- Dependencia económica, técnica y financiera del exterior.
*.- Inexistencia de un amplio mercado de consumo que dificultó el desarrollo industrial.
*.- Estancamiento y marginación rural; empobrecimiento progresivo del proletariado del campo.
*.- Polémica proteccionismo/liberalismo económico (textiles catalanes, metalúrgicos vascos y grandes cerealistas castellanos opuestos a las medidas librecambistas). Triunfo del proteccionismo ante las concesiones realizadas a una industrias no competitivas por su bajo nivel técnico y el escaso poder adquisitivo de la población.

Agricultura:
Desde los 60 se registró una disminución de los cultivos de cereal y un aumento de los cultivos llamados industriales (olivo, vid, agrios, frutos para conservas, remolacha azucarera).
En el último cuarto del siglo XIX la vid incrementó su extensión de cultivo en España en un 30% y la producción de vino se duplicó, especializándose zonas como Jerez, Montilla, Valdepeñas, Rioja, Priorato. En 1882, la filoxera procedente de América atacó las viñas de Francia e Italia. España se convirtió en el primer exportador mundial de vino.
La producción de aceite se incrementó en un 60% ante una gran demanda internacional y España se convirtió en exportadora de este producto a Europa e Hispanoamérica.
A finales del XIX y comienzos del XX se incrementó mucho la producción de cítricos.
La sustitución parcial de los cultivos extensivos y el aumento de la producción agrícola y el auge de las exportaciones, sólo se produjo la modernización de la agricultura (con el consiguiente cambio de mentalidad) en determinadas zonas, por el contrario España necesitó importar entre 100.000 y 200.000 toneladas anuales de trigo para mantener bajo el precio del pan.

Mineria.
Con la Ley de liberalización de las concesiones mineras y la desamortización del subsuelo (medidas librecambistas) el Estado renunció a sus derechos y concedió la libre explotación de las minas a quienes las denunciara (una vez localizado un yacimiento)[1].
Con tales medidas se produjo un considerable aumento de la producción minera y su diversificación, aunque la mayoría de las explotaciones cayeron en manos extranjeras (a pesar que el grueso de la denuncias fueron españolas, la falta de capitales impidió que su explotación la realizasen empresas españolas).
La minería, en manos de capitales extranjeros, no benefició mas que a los jornaleros empleados como mano de obra, exportándose los beneficios de las explotaciones al exterior.
España se convirtió en la primera productora de hierro (medio millón de toneladas de mineral de hierro extraídas en 1875, casi nueve millones de toneladas en 1900), cobre, plomo y mercurio.
La Compañía francobelga de Somorrostro se aprovechó de buena parte del hierro vasco.
La Río Tinto Company se convirtió con sus explotaciones de Huelva en la primera productora de cobre en el mundo..
El carbón español era malo en calidad y de extracción costosa e incómoda, su explotación en su mayoría corrió a cargo de empresas españolas (millón y medio de toneladas de hulla en 1890, dos millones en 1990).

Industria.
En la época Isabelina se inició una pequeña revolución industrial en Cataluña, ésta recibió un importante impulso con la Restauración. La producción algodonera se triplicó entre 1875 y 1900. La zona del Vallés (Sabadell-Tarrasa) se epecializó en la manufactura de la lana, desbancando a los centros tradicionales mucho más atrasados en tecnología[2].
El cuarto millón de habitantes de la Barcelona de 1875 se duplicó en 1900 (550.000 habitantes).
Otro sector industrial que experimentó una gran expansión fue el siderúrgico, principalmente centrado en el País Vasco[3]. Los Altos Hornos se ubicaron en la bocamina de los yacimientos del mineral del hierro (aunque lo teoricamente más rentable era hacerlo en la bocamina del carbón). Los vascos exportaban su hierro a Gran Bretaña (un 85%) ante la escasa demanda interna española; además los barcos a su regreso traían carbón de Cardif (el mejor carbón del mundo y muchos más barato que el de producción nacional).
En 1860 la familia Ibarra instaló el primera Alto Horno, en 1879 se fundaron los Altos Hornos de Sestao. En 1882 la misma familia sentó las bases de los futuros Altos Hornos de Vizcaya). Las 50.000 toneladas de hierro colado producidas en 1875 pasaron a ser 300.000 en 1900. Bilbao pasó en los últimos 25 años del siglo XIX de los 17.000 habitantes iniciales a superar los 100.000.
Los hijos de los burgueses vascos estudiaban en Eton y por el puerto de Bilbao entraron el futbol y  las modas europeas (produciendo un rápida transformación de la sociedad vasca).. Se produjo una rápida transformación de la sociedad vasca.

Otras industrias de consumo, como la harinera, aceitera, vitivinícola, la del calzado, la cerámica o el vidrio crecieron a lo largo del período, pero su producción era de pequeña escala, con bajos índices de capitalización y, en algunos casos, con sistemas de producción más artesanales que industriales.

Sector terciario.
Las principales y más rentables empresas del sector servicios estaban en manos extranjeras, algunos ejemplos significativos:
*.- Las compañías eléctricas preferentemente en manos alemanas.
*.- Los teléfonos de Madrid dependían de una sociedad francesa.
*.- El suministro de aguas a la ciudad de Barcelona en manos de una sociedad francesa.
*.- Los transportes urbanos de Barcelona a cargo de empresas belgas.
*.- La electricidad de Barcelona distribuída por una compañía canadiense.
*.- Los servicios ferroviarios en torno a Sevilla en manos francesas, su abastecimiento de aguas a cargo de una compañía inglesa y sus tranvías en manos de capital alemán
Algunas referencias cronológicas significativas: el primer teléfono que funcionó en España en 1877, en 1881 se inauguró la luz eléctrica en Madrid llegando a finales de siglo a las principales ciudades.
Se duplicaron a finales de siglo los 6.200 kilómetros de línea férrea existentes en 1875, los 15.000 kilómetros de carreteras del Estado en 1870 pasaron a ser 35.000 en 1900.


ASPECTOS DEMOGRAFICOS  y  URBANIZACIÓN[4].

La población española creció de forma importante en el siglo XIX, pero lo hizo a menor ritmo que la europea. A comienzos del siglo había en España unos 11 millones de habitantes, en 1833 unos 12,3 millones y en 1857 la población era 15.464.000.

Durante el último cuarto del siglo XIX la población española creció despacio (16,6 millones de habitantes en el censo de 1877 y  18,6 en 1900).
El principal lastre demográfico español era la alta mortalidad, su descenso debía constituir el primer paso para una revolución demográfica. Las causas de esa alta mortalidad:
*.- Las sucesivas guerras del primer tercio del siglo.
*.- La incidencia de las epidemias infecciosas.
*.- Las crisis agrarias cíclicas que produjeron hambre y subalimentación.
*.- Hasta 1853 el Gobierno prohibió la emigración[5].
En el último tercio del siglo hubo un aumento considerable de los movimientos migratorios:
*.- La migración interior hacia las ciudades motivado por las expectativas de empleo que generaba el crecimiento industrial y de los servicios.
Las grandes ciudades del Norte y Levante (Barcelona, Bilbao o Valencia) y Madrid crecieron aceleradamente en el último cuarto de siglo.
El crecimiento urbano trajo consigo problemas graves (falta de viviendas y el hacinamiento en suburbios sin infraestructuras ni servicios).
Las ciudades  polarizaron poco a poco la vida social, aunque España siguió siendo un país agrario, la vida urbana influyó cada vez más en la mentalidad colectiva y en el interés nacional.
*.- La emigración exterior (África del Norte e Iberoamérica, sobre todo Argentina) hizo que cientos de miles los emigrantes, casi todos ellos jornaleros afectados por la crisis agrícola de fin de siglo, buscaran en el exterior el empleo continuado que no podían lograr en España. Los sucesivos gobiernos asistieron a ese proceso migratorio sin intentar detenerlo, conscientes de la incapacidad del país para dar trabajo y alimento a sus excedentes de población.

En la Restauración se produce el tránsito entre la primera y segunda fase de la revolución demográfica. Se calcula para España una población de 16.622.000 habitantes en 1877, de 19 millones (18.594.000) en 1900 y más de 21 millones en 1921.
Este crecimiento, sin embargo, fue más débil que el europeo (emigración, altas tasas de mortalidad infantil, guerras carlista y coloniales –Cuba y Filipinas-, epidemias, escaso rendimiento agrario).
En Cataluña su descenso de la natalidad se compensó con la inmigración de otras regiones (Aragón, Valencia y Murcia principalmente).
El gran Madrid recibió la inmigración de la meseta, evitando la desproporción de población entre centro y periferia. Bilbao y Sevilla también fueron centros de inmigración.
La emigración a América fue especialmente significativa en la población de Galicia, cornisa cantábrica, sureste peninsular, Baleares y Canarias. Sólo dos ciudades sobrepasaban en 1900 el medio millón de habitantes, Madrid y Barcelona. El 86% de la población española seguía viviendo en zonas rurales.
            
Evolución de la población de las principales ciudades españolas (1857-1900)

Ciudad
1857
1900
Aumento %
Madrid
281.170
539.853
192,10
Barcelona
178.625
533.000
298,39
Valencia
106.435
213.550
200,63
Sevilla
122.139
148.315
121,43
Málaga
92.611
130.109
140,48
Murcia
26.888
111.539
414,82
Zaragoza
59.978
99.118
165,25
Bilbao
17.649
83.306
472,01
Palma de Mallorca
42.900
63.937
149,03
Alicante
20.342
50.142
246,49
Oviedo
14.156
48.103
339,80
Las Palmas de Gran Canaria
14.308
44.517
311,13
La Coruña
27.354
43.971
160,74
León
9.963
15.580
156,37

                                                                     (Población 1857, índice 100)






[1] La minería, la falta de planificación y los problemas financieros de la Hacienda habían llevado a entregar la explotación de las minas a acreedores extranjeros, como garantía del cobro de los empréstitos que los sucesivos gobiernos se vieron obligados a pedir desde la época de Carlos III. Los recursos españoles eran aún bastante importantes en el siglo XIX, con minerales como el mercurio, el plomo, el cobre y, en menor medida, el hierro, algunos de los cuales prácticamente no existían en Europa y eran esenciales para la industria. En manos de capitales extranjeros fueron éstos quienes explotaron las minas, comercializaron los minerales y se obtuvieron los beneficios.
[2] A partir de 1832 comenzó su expansión, lenta al principio, más acelerada desde 1840 y que se prolongó hasta 1862. Las causas de ese despegue: la mecanización acelerada y la política proteccionista. La introducción de la energía del vapor y la mecanización de las fábricas textiles produjo una disminución de los costes de producción y de los precios incrementándose las ventas. Se sustituyó la mano de obra masculina por la de niños y mujeres, con salarios mucho más bajos. Las fábricas se localizaron en las riberas de los ríos y costas y se produjo la concentración fabril (las 4.583 fábricas de 1840 se convirtieron en 3.500 en 1860.
Los gobiernos de los años treinta y cuarenta realizaron una política proteccionista y prohibieron la importación de telas de algodón, permitiendo a los productos catalanes competir en el mercado interior. El intento de Espartero de introducir el librecambio (abriendo el país a las telas inglesas) constituyó una de las claves de su fracaso y motivó la revuelta catalana de 1842. Su política permitió mantener la expansión de la producción, pero ralentizó las inversiones y la modernización. Hacia 1860 la industria textil catalana más avanzada eliminó a las pequeñas industrias textiles levantinas y gallegas.
[3] Mucho menor fue el desarrollo del sector siderúrgico a pesar del incremento de la demanda de hierro a partir de 1830.
Las razones de este retraso:
*.- Faltó un proceso de mecanización, tanto en el campo como en la industria (salvo en la textil catalana).
*.- La demanda interna del ferrocarril o de la construcción naval de vapor no se produjo al permitir la ley de 1856 la libre importación, sin aranceles, del hierro extranjero (mucho más barato que el español).
*.- La escasez, baja calidad y alto coste del carbón español aumentó los precios del hierro nacional. En 1856 aún el 57% de la producción se obtenía con hornos de carbón vegetal.
Tres etapas en la formación de la siderurgia española del XIX:
*.- Etapa inicial transcurre (1830 y 1860), con predominio de los altos hornos andaluces, suministraban un hierro de alta calidad pero muy caro.
*.- Segunda etapa (1860-1880). Comenzó a producirse en el Norte un hierro más barato pero de peor calidad, con predominio de los altos hornos asturianos de carbón mineral y que aprovecharon las minas de la zona
*.- La tercera etapa se inició hacia 1880, y en ella se impuso el predominio vizcaíno, gracias a la excelente calidad del hierro vasco, la concentración de sus empresas (las familias Chávarri e Ibarra fundan los Altos Hornos de Vizcaya), los encargos de la Marina y la acumulación de capitales generada por la venta al exterior, que permitieron organizar las factorías a partir de altos hornos modernos, con procedimientos de última generación.
Aunque la siderurgia española era débil, poco avanzada, con producción demasiado cara y con muy poca demanda en perspectiva como para expandirse. Estaba a años luz de las siderurgias inglesa, alemana o francesa.
[4] El tránsito desde el Antiguo régimen a la sociedad burguesa implicó una serie de cambios en los hábitos de vida, en las mentalidades y en las condiciones económicas que dejaron profunda huella en la población.
La sociedad de mediados del siglo XIX era ya una sociedad de clases moderna. Con los datos del Censo de 1860, se constata que España seguía siendo un país abrumadoramente agrario: el 82% de la población vivía en el campo, y el 75% trabajaba la tierra o vivía dé sus rentas. Sólo Madrid (298.000), Barcelona, Valencia y Sevilla superaban los 100.000 habitantes. El resto de las ciudades eran centros administrativos de provincias, con población escasa y una vida más marcada por la cultura rural que por la urbana.

[5] Cuando resultó evidente que no sólo una mayor población significaba necesariamente mayor riqueza, sino que por el contrario con ella el país no garantizaba siquiera a sus habitantes trabajo y subsistencia, Real Orden permitió la emigración al extranjero y desde los años sesenta las corrientes migratorias se dirigieron hacia América (Argentina y Brasil, sobre todo) y Argelia.
La emigración afectó a campesinos y artesanos que buscaban en el extranjero un medio de, vida que no tenían en España. Mientras que los emigrantes al Norte de África tendían a volver al cabo del tiempo, la emigración americana solía ser definitiva y producía una pérdida de población neta para España. No obstante, en 1868 la incidencia de la emigración aún era pequeña.