El Imperio británico.
Fue el más extenso de todos, comenzó a formarse en el siglo XVIII, pero alcanzó la madurez durante el largo reinado de Victoria (1837-1901), impulsado por la acción de sus ministros Disraeli y Chamberlain.
Hasta entonces había controlado fundamentalmente territorios costeros o islas con claras aspiraciones comerciales o estratégicas.
Algunos de ellos habían pertenecido a Francia, Holanda o España:
*.- El Cabo en el Sur de África,
*.- La isla de Ceilán en el Índico,
*.- Malta y Corfú en el Mediterráneo,
*.- Gibraltar y Santa Elena en el Atlántico, etc.
La derrota de Napoleón reforzó su posición dominante.
Sus dominios se extendían por los cinco continentes:
Asia.
La constitución del imperio británico en Asia fue temprana, en 1885 ya se había completado.
La India fue sin duda el dominio más importante. Se trataba de una colonia de explotación administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales. Se convirtió en la principal suministradora de materias primas (algodón, yute, té, etc.). Constituida en el eje del imperio, la construcción del canal del Suez agilizó de manera notable las relaciones con la metrópoli.
Para mantenerla protegida de los territorios coloniales de otras potencias Gran Bretaña creó en torno a ella una serie de estados tapón, como Beluchistán (en el actual Pakistán) o Afganistán.
A raíz de la sublevación de los cipayos, soldados indios al servicio de Gran Bretaña, la Corona tomó directamente el gobierno de la India que había estado dirigido por la citada Cía. de las Indias Orientales.
Otras áreas de dominio británico en Asia fueron Malaca y Singapur; ésta se convirtió en un punto estratégico en las rutas marítimas.
Birmania, que había constituído un protectorado semiindependiente fue anexionada en 1885, lo que supuso la creación de una vía terrestre hacia China.
En China, que conservó nominalmente la independencia, amplíó su influencia tras el tratado de Nankín (1842) que puso fin a la “Guerra del Opio”.
A partir de entonces China se vió obligada a ceder Hong Kong y a abrir cinco puertos costeros al comercio exterior.
Ello dio paso a los llamados "Tratados desiguales" que no sólo permitieron las injerencias británicas en los asuntos chinos, sino también las de otras potencias como Francia y Estados Unidos.
Más tárde, en 1860, por el Tratado de Tient-Sin, el gran imperio asiático hubo de transigir en la apertura de otros once puertos.
Mediterráneo:
En el controló una serie de colonias que jalonaban el camino hacia la India una vez abierto el Canal de Suez. Desde Gibraltar se sucedieron Malta y Suez.
Pronto intervino en Egipto que aunque conservó nominalmente su independencia en realidad fue controlado por franceses y británicos.
África:
En África avanzó desde el sur (El Cabo) intentando enlazar con el Sudán.
Cecil Rhodes se anexionó los territorios que llevan su nombre (Rodesia), hoy repartidos entre Zimbabwe y Zambia.
En esta progresión hacia el norte chocará con los bóers, pobladores de origen holandés establecidos en Transvaal y Orange así como con la población zulú a la que venció en 1879.
Con esta conquista impidió que Portugal pudiera progresar de Oeste a Este y unir sus colonias de Angola y Mozambique.
Esta expansión se completó con la incorporación de Nigeria, parte de Somalia (1884), Kenia y Uganda.
En el control del valle del Nilo chocó contra la otra gran potencia imperialista de África: Francia.
Una vez alejado el peligro de una guerra entre ambas potencias tras el "Incidente de Fachoda" (en Sudán), el Imperio Británico se adueño de una de las áreas más ricas de África: el sur, pródigo en oro y diamantes; y el valle del Nilo (Egipto y Sudán), con sus fértiles cultivos de algodón. Su control le permitió además proteger las principales rutas que conducían a la India.
Oceanía:
Nueva Zelanda fue convertida en colonia británica en 1841 quedando su población indígena, los maoríes, bajo la soberanía de la metrópoli. Australia fue utilizada durante gran parte del siglo XIX como prisión donde eran destinados determinados convictos.
Estos dominios se completaron con algunos archipiélagos del Pacífico.
La penetración europea se realizó siguiendo las pautas de formación de colonias de poblamiento que sirvieron de drenaje a los excedentes demográficos británicos y del norte de Europa, provocando en muchos casos la casi total desaparición de las poblaciones indígenas.
América:
Canadá redondeó este imperio universal. Fue convertida en dominio en 1867 siéndole otorgado un amplio grado de autonomía.
Honduras, Jamaica o Guayana constituyeron asimismo posesiones británicas.
El Imperio francés
Constituyó en el siglo XIX, tras el británico, el segundo gran imperio en importancia y extensión.
Su más significado impulsor fue Jules Ferry quien intentó mediante la política imperialista contrarrestar la derrota infringida por los prusianos en 1870 y estimular la autoestima nacionalista francesa. A comienzos de la centuria las posesiones ultramarinas de Francia se centraban en las Antillas y algunas plazas de la India. Mediado el siglo los territorios bajo su dominio se incrementaron y se extendían por todo el orbe:
En África:
En 1847 conquistó Argelia, centro de los dominios del noroeste del continente.
Posteriormente, en 1881, conquistó Túnez y en 1905 estableció un protectorado en Marruecos con la oposición de Alemania, provocando dos crisis que a punto estuvieron de desembocar en un conflicto bélico de carácter internacional.
El territorio conocido como Congo francés (el otro sería el belga) fue declarado colonia en 1881.
Sin embargo perdió influencia en Egipto y Sudán, ambos territorios cayeron bajo el dominio británico.
En el centro del continente poseía Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Benín (Dahomey) y Chad.
En 1898 consiguió Madagascar, pero tras el incidente de Fachoda con los británicos abandonó el proyecto de unir los extremos Este y Oeste del continente que le hubiesen permitido abrirse a los océanos Atlántico e Índico a través de Sudán.
Además de los problemas con Gran Bretaña, la expansión francesa por África no estuvo exenta de tropiezos con otras potencias, como es el caso de Alemania.
En un deseo de resarcirse de la pérdida de Sudán (tras Fachoda) proyectó controlar todo el Magreb (en especial Marruecos), pero entró en colisión con Alemania, dando origen a la crisis de 1905 que sería, solventada tras la Conferencia de Algeciras (1906). Postal de Casablanca (Marruecos)
En 1911 se desató entre ambas potencias un nuevo conflicto que se saldó con la concesión de la ampliación del territorio de Camerún en beneficio de Alemania.
Estas desavenencias hay que enmarcarlas en el clima de tensión que vivía la política internacional en la antesala de la Primera Guerra Mundial.
En Asia:
Conquistó Indochina: Birmania, Laos, Tailandia, Vietnam (Annam y Tonkín), Camboya y Malasia, formando con ellos la “Unión Indochina”. Intervino en China consiguiendo trato de favor para el comercio a través de los denominados "Tratados desiguales".
En Oceanía:
Dominó Nueva Caledonia y otras islas del Pacífico.
En América:
Controló en el océano Pacífico Tahití y las Islas Marquesas y el archipiélago de Miquelón en Canadá.
En América del sur controló la Guayana.