El sistema político de la Restauración:
[Cánovas] construyó el sistema de la Restauración en la idea del turno de los partidos en el gobierno […]
[El turno] requiere un cierto número de condiciones:
1º
Concentración de la mayor parte de las opiniones políticas existentes
en dos grandes agrupaciones [ ... ] no pueden quedar al margen grupos
importantes de opinión [ ... ] No debe haber más que dos partidos,
porque de otro modo la secuencia poder‑oposición se alargaría hasta el
punto de resultar difícilmente viable [ ... ]
2º
La concentración de fuerzas y el turno dependen, por otra parte, de que
ambos partidos compartan los valores políticos fundamentales
‑monarquía, constitucionalismo, etc.‑ y que existía una coincidencia en
sus planteamientos sociales ‑capitalismo‑ [ .. ]
3º El turno requiere, por definición, el falseamiento del sufragio [...]
El
mayor de los defectos (del sistema canovista) se encuentra en la
Incapacidad de reconocer la importancia de los nuevos fenómenos
sociales ‑socialismo y nacionalismo‑ y de reflejarla en las
instituciones representativas. El falseamiento de las elecciones
permitió menospreciar a los sectores de opinión que denunciaban los
vicios del sistema, lo que no dejó más salida política que la
incorporación a las filas del republicanismo, que acabaría siendo la
mayor fuerza política de oposición [ .. ]
Artola, Miguel
(1985): «El sistema político de la Restauración», La España de la
Restauración, Madrid, Editorial Siglo XXI, p. 11 ‑20.
Comparación del diagnóstico de
Joaquín Costa acerca de la España de 1899 con la situación de España en
1999.- Felipe Giménez Pérez. Comunicación defendida ante los IV
encuentros de filosofía en Gijón (5-7 de julio de 1999).
(...) Por esta razón voy a seleccionar sólo los pasajes y contenidos
expuestos por Costa en Oligarquía y caciquismo que están hoy a mi juicio
de plena actualidad en nuestro país, donde impera un régimen político,
el de 1978, muy parecido al régimen político aquél de 1876, razón ésta
claro está, por la que la actualidad de Costa tiene y cobra su verdad y
su interés.
Don Joaquín Costa (1848-1911) diagnosticó a principios de este siglo XX
que ahora fenece que el régimen político imperante en España no era sino
un régimen oligárquico y caciquil.
España decía, era «una oligarquía de notables».
Por esta razón afirma Costa que España no es una nación libre y
soberana y que en España no hay parlamento ni partidos; hay sólo
oligarquías.
(...) concluye Joaquín Costa categóricamente, «
No es nuestra forma
de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos,
según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico,
servido, que no moderado, por instituciones aparentemente
parlamentarias.».
De esta forma, el problema no es el de una reforma de un régimen político determinado, sino el de su supresión.
Se trata de todo un problema de cambio constitucional como se cuida muy bien de señalar Costa.
En este régimen caciquil que adopta una forma de monarquía
parlamentaria, en vez de subordinarse los elegidos a los electores, son
éstos lo que están sometidos a los elegidos. Además, tampoco la ley
contempla o considera de forma ecuánime a todos los ciudadanos.
Los elementos de la oligarquía son para Costa los siguientes:
«1º
Los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada
bando, que forman su «plana mayor», residentes ordinariamente en el
centro: 2º Los caciques, de primero, segundo o ulterior grado,
diseminados por el territorio: 3º El gobernador civil, que les sirve de
órgano de comunicación y de instrumento.».
(...) Distingue Costa entre el cacique, hombre fuerte de la sociedad o
de la comarca, con influencia política, social y económica y base del
sistema caciquil y el oligarca, el político profesional de la nación que
se apoya en el oligarca para ejercer su poder.
El cacique realiza el trabajo sucio y el delincuente de cuello blanco importante es el oligarca o notable.
Es la clase política, pero, señala Costa, «en las fechorías,
inmoralidades u crímenes que forman el tejido de la vida política de
nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, como el
funcionario, como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente
culpable que ellos; pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente
mayor, y sería si acaso... el instrumento o el cacique quien tendría
moralmente razón para negar el saludo al personaje o al ministro, que
fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de él un criminal cuando
pudo y debió hacer de él un ciudadano.»
Además, el régimen caciquil denunciado por Costa se caracteriza por ser
un elitismo de lo peor que bloquea (...) «la circulación de las élites».
Los más brillantes e inteligentes son postergados por el régimen
caciquil. «es la postergación sistemática, equivalente a eliminación de
los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el
país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los
mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene
lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en
la masa del servum pecus, la élite intelectual y moral del país, sin la
cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no
retroceden.»
España es entonces una meritocracia a la inversa. El régimen selecciona a
lo peor y posterga a lo mejor de los individuos componentes de la
sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo sobreviven
los peores.
Los oligarcas se reparten regionalmente España en áreas de influencia
política local. Cada oligarca disfruta de su correspondiente territorio.
Estos oligarcas se reúnen en asociaciones o bolsas de empleo llamadas
partidos y deliberan en las Cortes. En España no hay Cortes ni partidos
políticos más que en caricatura. Los grupos políticos no responden más
que a intereses pasajeros y provisionales personales y particulares de
grupos de interés. Por lo demás, el parlamento no representa al país.
Las elecciones son organizadas por el gobierno para obtener el resultado
electoral apetecido.
Cita Costa en ayuda de sus tesis entre otros a D. Francisco Pi y
Margall: «En aquella ocasión, el señor Pi y Margall dijo que un régimen
bastardo, que no tiene clasificación posible». suerte de los Gobiernos; y
aquí son los Gobiernos quienes deciden la suerte de las Cortes.»
De tal manera, no es condenado tanto el régimen parlamentario mismo
cuanto su deformación oligárquica. Otra cosa es que las cosas tengan que
ocurrir así necesariamente y no de otro modo.
En España hay dos
gobiernos: uno fenoménico y fantasmal: el sistema de monarquía
parlamentaria, con constitución y elecciones y otro el real, efectivo y
esencial que es el caciquismo oligárquico.
Esta oligarquía de la que habla Costa es una oligarquía absoluta, sin
ningún poder que la frene o modere. Por encima del Rey está S.M. el
Cacique. Así define entonces Joaquín Costa el régimen imperante en
la España de 1899: «una oligarquía pura en el concepto aristotélico:
gobierno del país por una minoría absoluta, que atiende exclusivamente a
su interés personal, sacrificándole el bien de la comunidad.»
La existencia de la oligarquía política compromete la unidad de
España y fomenta el secesionismo político y territorial. Para que
subsista España como Estado nacional es preciso que desaparezca la
oligarquía. «Pueblo que no es libre, no debe esperarse que se preocupe
de la bandera.»
La oligarquía desnacionaliza España.
La solución propuesta por Costa para eliminar el caciquismo es una
política quirúrgica de urgencia. Se requiere «una verdadera política
quirúrgica» y esta política quirúrgica debe ser realizada por un
cirujano de hierro. El cirujano de hierro tiene virtudes similares a las
del filósofo-rey de Platón: que conozca bien la anatomía del pueblo
español, que sienta por él una compasión infinita, que tenga buen pulso,
que tenga un valor de héroe, entrañas y coraje, que sienta un ansia
desesperada por tener una patria, que se indigne por la injusticia. Debe
ser un hombre superior y providencial que lleve a cabo la regeneración
de la patria. El cirujano de hierro es un político ilustrado, culto,
superior, que gobierna al pueblo para mejorarlo.
Esta reforma del Estado es incompatible con el mantenimiento del
parlamentarismo. Aquí avanza Costa posiciones y no es que diga que
tenemos una ficción o caricatura de parlamentarismo, sino que
incluso el parlamentarismo es incapaz de acometer las reformas necesarias para España. El parlamentarismo no es el medio, es el fin de las reformas.
«Para que España pueda ser nación parlamentaria mañana, tiene que renunciar a serlo hoy.»
No hacen falta elecciones democráticas. Si el pueblo no tiene
voluntad, carece entonces de sentido plantearse el que las elecciones
reflejen la voluntad del pueblo.
De hecho, en la actualidad, el régimen parlamentario existe sin
necesidad de elecciones ni de electores, por lo que «la forma política
del Estado español puede definirse diciendo: un «gobierno
parlamentario... sin electores».
La solución frente al régimen parlamentario es el régimen constitucional
de separación de poderes del Estado. Se trata así de que las Cortes
«sean Cortes según el tipo del sistema presidencial o representativo de
los Estados Unidos y no según el tipo del sistema parlamentario de
Inglaterra».
Así resume Joaquín Costa su programa político constitucional: «De modo,
en suma, que el neoliberalismo sugerido por mí como conclusión de la
«lectura de la semana anterior, debería escribir en su bandera el
régimen parlamentario como ideal, el régimen presidencial o
representativo como transición y como medio.»
El caciquismo u oligarquía política descrita afecta también cómo no al
aparato judicial consiguiendo así una justicia corrupta y llena de
parcialidades y partidismos caciquiles.
El famoso «cirujano de hierro» de Joaquín Costa siempre se ha
interpretado como un dictador. El cirujano de hierro es un magistrado u
hombre que garantiza que todas las instituciones constitucionales del
régimen presidencial funcionen: un Parlamento, un Poder Judicial
independiente y una Administración eficaz. Lo que más se parecería al
cirujano de hierro sería el General De Gaulle más bien que el General
Franco. El cirujano de hierro de Joaquín Costa es sumamente parecido al
filósofo-rey de Platón.
En el régimen criticado por Joaquín Costa, el parlamentario, mayorías y
minorías son hechuras del partido gobernante. La representación es
inexistente de facto. Los diputados representan a las diversas facciones
dentro de la oligarquía. Por ello el consenso es fácil entre todos los
oligarcas o caciques. Joaquín Costa, citando a D. Francisco Pi y Margall
afirma que el régimen español «es un régimen bastardo sin posible
clasificación».
Llama la atención, por su actualidad política, hoy en 1999, la terrible
acusación contra las universidades españolas y contra sus funcionarios,
los catedráticos como principales valedores ideológicos del bastardo
régimen de la Restauración:
«Gran parte de la culpa alcanza a
las Universidades: lo que sobre organización política de España enseñan a
la juventud es un solemne embuste de la Gaceta: en cambio, de la real y
verdadera constitución no le dicen nada. Los catedráticos, con alguna
rara excepción quizá, son los principales responsables de que se
perpetúe ese convencionalismo criminal que ha postrado a la nación y la
tiene en trance de expirar.»
Esto me recuerda la universidad que yo he conocido y conozco aún
y el papel de los espadachines ideológicos del régimen de 1978 ya estén
en las aulas de institutos y universidades, ya estén en tertulias,
televisión o prensa.
Otra consecuencia del régimen oligárquico es la ausencia de una ciudadanía madura moral y políticamente:
«España,
como Estado oligárquico que es, no puede tener ciudadanos conscientes;
electores, ni, por tanto, régimen parlamentario, y porque no puede
tenerlos no los tiene.»
Como el pueblo español carece de madurez política para ejercer el
sufragio universal, menester es que alguien gobierne al pueblo. Aunque
muchos pudieran pensar que Costa está pidiendo una dictadura, más bien
está pidiendo el gobierno de un presidente enérgico junto a un
parlamento, que ejerza la función de convención nacional para colaborar
con el presidente en la elaboración de las reformas constitucionales
pertinentes.
En el régimen presidencial que propone Costa, la iniciativa política le corresponde al Gobierno.
El Gobierno y el Parlamento ejercen una verdadera tutela política
sobre el pueblo hasta que éste alcance la mayoría de edad política,
momento en el que el régimen presidencial da paso a un sistema político
parlamentario.
El Parlamento así es nombrado por el gobierno y este parlamento
nombrado-elegido por elecciones de encasillamiento o amañadas desde el
gobierno pero esta vez por el bien del pueblo, autoriza al gobierno a
gobernar por decreto.
Respecto al tópico de la europeización, Costa sostiene la inevitabilidad
de la europeización de España. Hay una exigencia interna que consiste
en que el pueblo español tiene ansia de libertad, bienestar, cultura,
justicia, etc.
Por ello la europeización será inevitable.
Paralelamente, se señala, según Costa, un proceso de
desnacionalización de España producida por el atraso del país y por la
naturaleza corrupta de su régimen político.
Es evidente que la europeización produce una desnacionalización de los españoles.
En cuanto a la exigencia externa, simplemente hay que señalar que
estamos en Europa y que hay que adaptarse a la situación real que nos
circunda para no ser absorbidos por las grandes potencias.
La europeización puede llegar por la colonización económica de
España por las grandes potencias europeas o porque España se modernice
sin dejar de ser España.
El dilema según Costa es: o España se europeíza o es europeizada.
Si España se europeíza será de acuerdo con su genio y su
tradición. Si España es europeizada por las grandes potencias, será
borrada del mapa y esquilmada, desaparecerá como tal. La europeización
«requiere una revolución desde el poder; revolución muy honda y muy
rápida, tan rápida como honda»
A continuación Costa afirma lo siguiente: «Ahora bien; esa
revolución súbita supone como necesaria condición estas tres cosas a la
vez: genio político que la promueva y dirija; una organización vieja que
no la estorbe; un estado social que la pueda asimilar.»
La prensa a decir de Costa es responsable de la postración de España.
Igual que el pueblo español no tiene ni madurez ni capacidad política,
tampoco tiene capacidad para leer periódicos de forma crítica y
racional.
La opinión no surge de los ciudadanos, sino de los periódicos.
Hace falta entonces una reforma también del cuarto poder. El
periodismo hace que los ciudadanos abdiquen su facultad de pensar por sí
mismos. Como la prensa está en manos de oligarcas, entonces la prensa
es sumamente perjudicial para el pueblo español.
«Y así ha resultado que eso que llamamos opinión no tiene su
fuente en la conciencia de la nación, sino que se forma en las
redacciones de dos o tres periódicos; y como, por otra parte, esas
redacciones no son, en lo general, cuerpos de tutores, patriciado
natural, sino, al igual de la plana mayor de las facciones, cuerpos de
oligarcas y de intérpretes y adscripticios suyos –que por esto no dejan
oír a su pupilo otras voces que las propias–, el vasallaje práctico del
gobernante resulta doblado por el vasallaje teórico del periodista, y
entre los dos dan a España, según dije, aspecto de una nación
maleficiada.»
Con las actuales oligarquías periodísticas es imposible el cambio que
pretende realizar Costa en España. La renovación de la prensa pues, es
algo que se impone para Costa forzosamente.
Además, es necesario para Costa, como para todo buen liberal por lo
demás el concurso de las élites intelectuales para realizar la
revolución nacional liberal propugnada por él.
¿Quién es el sujeto revolucionario que ha de colocar al cirujano de
hierro para hacer la revolución liberal ansiada por Costa? Un partido de
hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal
político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y
colaborar con el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la
patria. El partido es la élite intelectual y política con capacidad
política suficiente como para impulsar el cambio y suministrar de entre
sus filas el personal político necesario a la nación. Este partido sería
liberal y nacional y regeneracionista. Como el pueblo español es
políticamente un incapaz y menor de edad político, «Dedúcese de lo que
antecede que las elecciones únicamente podrían admitirse en serio a
título de ficción jurídica, regida por principios de tutela: Que el
Gobierno supla la ausencia de cuerpo electoral, nombrando diputados a
los que éste elegiría si lo hubiese.»
La cosa no queda ahí, el Presidente, nombra los ministros sin necesidad
de parlamento: «Pues ahora continuemos o extendamos el razonamiento: que
el Jefe del Estado supla la falta de parlamento, nombrando Ministros a
los que éste indicaría si existiese.»
En principio Costa apela al poder moderador del Rey pero esto puede recibir una lectura o una interpretación republicana.
Si
el Jefe del Estado no cumple con su deber, sobra la dinastía y se
impone una salida republicana presidencialista. No se descartan ni la
revolución desde arriba ni la revolución desde abajo por parte de Costa.
El famoso lema que se atribuye a Costa: Despensa y escuela no aparece
más que al final de «Oligarquía y caciquismo». Creo que es más profundo
otro lema de Costa: Libertad, cultura y bienestar.
2. El caciquismo del régimen de 1978.
Actualidad y validez en 1999 del diagnóstico de Costa de 1902
Hoy, en 1999 el análisis de Joaquín Costa enunciado en Oligarquía y Caciquismo no ha perdido ninguna actualidad.
*.- España es una monarquía parlamentaria oligárquica de partidos tal y como viene diseñada en la Constitución de 1978.
La monarquía fue impuesta por la oligarquía franquista.
La transición política operada en España en los años 1975-1982 consistió
en ampliar la base de la oligarquía franquista e incorporar otros
sectores políticos al Régimen del 18 de Julio que había surgido
destruyendo por la fuerza de las armas la legalidad republicana de 1931.
El nuevo régimen franquista reformado adopta la democracia
consistente en el sufragio universal y la regla de la mayoría para que
el pueblo elija entre diversas élites unidas entre sí solidariamente por
el «consenso».
*.- El franquismo ha cooptado a la izquierda para consolidar su base de
apoyo social y ha construido el Estado de las autonomías para fortalecer
el caciquismo local y cosechar así un consenso mayor. La tarta que
había que repartir se ha hecho mayor.
Este Estado de las autonomías ha desnacionalizado España.
Si es verdad que en una democracia es necesaria la virtud por el amor a
la igualdad que hay en una democracia según Montesquieu, el régimen de
1978 no se caracteriza precisamente por el culto a la virtud.
Si el principio republicano, reafirmado por el principio democrático del
amor a la igualdad impulsa la virtud republicana, cívica, el amor a la
patria, a la Nación, se puede decir que la Constitución de 1978 impulsa
el amor a la corrupción, a la mentira y a la demagogia.
Es que España es una oligarquía de partidos, un Estado de partidos como decía D. Manuel García Pelayo.
Las críticas que formuló D. Joaquín Costa al régimen de la Restauración
borbónica de 1876 pueden serle igualmente formuladas al régimen de la
Restauración borbónica de 1978.
1.
Desnacionalización de España.
El Estado autonómico desnacionaliza España y fomenta el desmembramiento territorial y lingüístico de España.
La oligarquía ha crecido notablemente y se ha hecho autónoma. 17
territorios autónomos tienen sus correspondientes oligarquías y sus
corruptelas locales sin ningún control del Gobierno. Nacionalismo y
liberalismo van de la mano en desmantelar España.
El liberalismo postula un Estado mínimo frente al capital, frente a
Maastricht, frente a las autonomías. Los nacionalistas apoyan el
debilitamiento del Estado para poder ejercitar su política sin
restricción alguna.
2.
El parlamentarismo de la Restauración se ha convertido en un parlamentarismo de partidos.
Los partidos no tienen estructura democrática. Son órganos del Estado.
Están subvencionados por el Estado y son perfectamente incontrolables
por los ciudadanos. La corrupción se ha instalado como forma de gobierno
en España. El Estado liberal es esencialmente un Estado corrupto. Esta
es la situación actual de España.
3.
En este régimen lo importante es que la izquierda también participa de la corrupción.
De este modo no hay ninguna fuerza política fuera del sistema. La
corrupción de la izquierda crea una situación nueva. No hay fuerzas
políticas que critiquen al sistema. Todo dentro del sistema. Nada fuera
del sistema. La corrupción procede de la degeneración de la dictadura
franquista. No hay castigo electoral del gobernante corrupto. Hay
servidumbre voluntaria del electorado. Además, las personas de los
partidos se pueden sustituir, los partidos no. El sistema electoral
proporciona coartadas e impunidad a los partidos. Se denigra a los
corruptos y el partido sigue igual.
4.
Los elementos de la oligarquía son los partidos y su articulación gubernamental, parlamentaria, judicial, autonómica y local.
Esta oligarquía posee en torno a sí organizaciones satélites:
asociaciones, ONGs., sindicatos, etc. Las subvenciones estatales
cuidadosamente concedidas suprimen cualquier conato de independencia y
de ataque al régimen.
5.
En las elecciones nada se decide. Los programas de los
partidos se parecen cada vez más entre sí y por tanto no constituyen las
elecciones ningún mecanismo de formación de la voluntad popular. Las
elecciones van adquiriendo un creciente carácter plebiscitario y se
convierten en un acto de adhesión inquebrantable al régimen.
Los electores se identifican sentimentalmente con el jefe del partido.
La voluntad popular es una metáfora que expresa el dominio absoluto de los partidos sobre las instituciones y la sociedad.
Estos partidos designan los candidatos y se reparten el poder
institucional del Estado así como sus territorios siguiendo cuotas
electorales.
El sistema de encasillamiento lo deciden las direcciones de los partidos políticos.
6. El régimen de 1978 ha sido profundamente continuista tanto en la
política interior como en la exterior con respecto al régimen
franquista. Las mismas personas y el mismo grupo que constituyeron bajo
Franco la clase dominante han apoyado al PSOE y han sido la clase
dominante del régimen de 1978.
7.
Esta corrupción ha destruido la función pública. El
carnet político ha desplazado al mérito y la competencia profesional en
sectores tan vitales para el porvenir como la enseñanza y la sanidad,
las empresas y las administraciones, el Estado y las autonomías.
En el terreno de la enseñanza se ha operado la demolición del bachillerato y la clientelización de la universidad.
Si Franco colocó en la universidad a sus partidarios por méritos de
guerra y sin oposiciones entre 1939 y 1954, el PSOE situó a sus
partidarios por méritos tal vez no de guerra pero sí de adhesión
inquebrantable en virtud de la LRU.
Esta corrupción, la del saber es la más duradera.
(...) La corrupción denunciada por Costa y los regeneracionistas de 1898
es un juego de niños comparada a la habida en los últimos años.
9.
En este régimen, el parlamento juega un papel menor.
Las principales decisiones las adoptan los jefes de los partidos
en reuniones secretas y en negociaciones al margen del parlamento. Una
vez concluidos los acuerdos, el parlamento escenifica el acuerdo con una
votación. Es por tanto el parlamento cámara de manifestación no de
reunión ni de debate.
El partido gobernante controla el poder legislativo, el ejecutivo
y el judicial mediante el Consejo General del Poder Judicial y mediante
el Tribunal Constitucional. No hay división de poderes.
10.
Al pueblo español se le han impuesto estas cuatro patrañas antidemocráticas:
1. Las reglas del juego oligárquico de los partidos: consenso constitucional.
2. Imposibilidad de investigar al poder ejecutivo debido al consenso parlamentario.
3. La complicidad de la oposición con la corrupción y con la razón
de Estado, por el consenso gubernamental de unos gobiernos con otros.
4. Impunidad de partidos, gobernantes y gobierno, consenso jurisdiccional de los jueces.
11.
La izquierda ha renunciado a la crítica del Estado y de la sociedad burguesa.
Ha preferido la retórica demagógica cultural y educativa y copar
algunas instituciones para participar de las prebendas y canonjías del
régimen.
La izquierda no existe.
Es una izquierda virtual, no real y sirve, como institución del
Régimen para encuadrar a los ciudadanos de izquierda dentro de los
límites del Régimen, neutralizando así cualquier veleidad de protesta
seria y amenazadora para el sistema.
12.
Tampoco la Monarquía parlamentaria puede moderar la corrupción
inherente a nuestro sistema oligárquico. Igual que sucedía en tiempos
de Costa.
13.
Solución propuesta: República presidencialista centralizada.
Reforma de la ley electoral.
Sistema mayoritario uninominal a doble vuelta.
Por lo demás, acepto las Diez propuestas del profesor Bueno para el siglo XXI (1995).
14.
El poder meramente simbólico del Rey permite a los
nacionalismos periféricos utilizar el reconocimiento a la Corona como
único lazo de unión con el Estado español para funcionar de hecho como
Estados independientes.
15.
En este régimen la cárcel está hecha para los pobres. Una
casta de privilegiados e intocables controla todos los resortes del
poder social, económico e intelectual. Esta casta disfruta de todas las
ventajas y prebendas.
16.
Los sindicatos de clase son otra de las grandes estafas del régimen de 1978. Mantienen el orden en el gallinero.